Cosechadas del centro de la flor de girasol, esta semillas también llamadas pipas o pepas ya se valoraban desde la época del Tahuantinsuyo. No obstante, actualmente es como si se hubieran redescubierto y se resalta su valor nutricional y su practicidad en su consumo.

Uno de los nutrientes que las destaca es la vitamina E: una ración de 28g cubre al 100 % la ingesta diaria recomendada. Esta vitamina tiene un gran poder antioxidante, protege cada una de las células de los procesos de oxidación provenientes, por ejemplo, de la contaminación ambiental o de radicales libres que se generan en la fritura. En resumidas cuentas, previenen el deterioro de las células y “enlentece” el proceso de envejecimiento.

También son ricas en aceites de tipos insaturados, los que conocemos como ‘buenos’ y que son cardioprotectores. Por otro lado, aportan fibra a la dieta. Así que poseen dos grupos de nutrientes (grasa y fibra) que favorecen la saciedad.

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