Consumir leche y derivados pasteurizados ayuda a prevenir infecciones graves como brucelosis, tuberculosis u otras enfermedades transmitidas por bacterias presentes en la leche cruda. La pasteurización es un proceso que calienta la leche a una temperatura suficiente (al menos 63 °C por 30 minutos o 72 °C por 15 segundos) para eliminar patógenos sin dañar su valor nutricional.
En casa, puedes pasteurizar leche calentándola sin hervir, hasta que al introducir una cuchara limpia salga vapor, y mantener esa temperatura unos minutos antes de enfriar rápidamente. Si preparas queso fresco casero, asegúrate de usar leche pasteurizada o pasteurizarla tú misma antes de añadir el cuajo o ácido.
Verifica siempre en mercados o bodegas que los quesos frescos tengan registro sanitario y estén refrigerados. Los productos artesanales sin control sanitario pueden representar un riesgo, especialmente en niños, gestantes y adultos mayores. Elegir lácteos pasteurizados es elegir salud y seguridad alimentaria.
TE PUEDE INTERESAR: