Cada vez hay más bebidas que prometen “subir tus defensas”, “darte energía” o “mejorar tu digestión”. A estas se les llama bebidas funcionales, término que se refiere a líquidos que, además de nutrir, ofrecen un beneficio específico para la salud. Suelen incluir ingredientes como vitaminas, minerales, fibra, probióticos, extractos de plantas o frutas nativas.
Su principal ventaja es la practicidad: son fáciles de tomar y pueden tener efectos concretos si se consumen de forma regular. Por ejemplo, algunas con fibra ayudan al funcionamiento intestinal, mientras que otras con antioxidantes podrían reducir el daño celular. Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. Algunas contienen azúcares añadidos, dosis mínimas del ingrediente funcional o efectos que no han sido suficientemente comprobados.
Y no, aunque estén hechas con frutas o vegetales, no equivalen a consumir fruta entera. Esta contiene más fibra, menos azúcar libre y genera mayor saciedad. Lo ideal es que estas bebidas se usen como complemento, no como reemplazo de una alimentación balanceada.
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