Nuestro peso no depende solo de lo que comemos o cuánto nos movemos: las hormonas también juegan un papel clave. Cuando están desbalanceadas, pueden hacer que aumentemos de peso aunque cuidemos la dieta.

La insulina, por ejemplo, regula el azúcar en sangre, pero en exceso promueve el almacenamiento de grasa. La leptina es la hormona que nos dice “ya comiste”, pero si hay resistencia a ella, el cuerpo no recibe esa señal. El cortisol, conocido como la “hormona del estrés”, si se mantiene alto por mucho tiempo, estimula el apetito y favorece la grasa abdominal. Por otro lado, los desequilibrios en la tiroides, los estrógenos o la progesterona también alteran el metabolismo.

Por eso, si notas cambios bruscos de peso, fatiga o hambre constante, es clave consultar con un profesional de la salud. Entender cómo las hormonas afectan al cuerpo ayuda a tomar mejores decisiones para cuidar tu peso y bienestar.

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