Sara Abu-Sabbah - Nutricionista

Dormir poco no solo causa cansancio, también modifica la forma en que comemos. La ciencia demuestra que cuando dormimos menos de seis horas, el cerebro produce más grelina, la hormona del hambre, y menos leptina, que indica saciedad. Como resultado, sentimos más apetito, especialmente por alimentos dulces, salados o grasos, porque el cerebro busca energía rápida para compensar el cansancio.

Además, la falta de sueño disminuye la actividad del córtex prefrontal, zona que regula el autocontrol, y aumenta la del sistema de recompensa, lo que nos hace más impulsivos al comer. Por eso, tras una mala noche, resulta más difícil elegir opciones saludables.

Dormir bien, entre siete y ocho horas por noche, ayuda a mantener estables las hormonas del apetito, mejora el metabolismo y favorece decisiones más conscientes. Cuidar el descanso es tan importante como cuidar la alimentación.

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