Cuando el frío se siente, no solo la chompa calienta. La comida también juega su papel. Empezando por los platos calientitos como caldos, menestras o guisos, que no solo reaniman, sino que activan el cuerpo desde adentro. ¿La razón? Al digerirlos, el cuerpo gasta energía y eso genera calor.

Y si le sumas un poco de picante, mejor. Alimentos como el kión, la pimienta o nuestro infaltable rocoto tienen efecto “termogénico”: hacen que tu cuerpo queme más energía y, de paso, suba la temperatura. Además, incluir grasas buenas (como las de frutos secos) y carbohidratos como la quinua o la avena te da energía de larga duración, ideal para no tiritar con cada ráfaga.

Un truco importante: no te saltes comidas ni dejes de tomar líquidos calientes, incluso si no tienes sed. Comer bien y calientito es otra forma de abrigarse. ¡Barriga llena, cuerpo contento (y calentito)!

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