Cuando cocinamos alimentos como arroz, papas o avena, el almidón pasa por dos procesos clave: gelatinización y retrogradación. La gelatinización ocurre al calentar el almidón con agua, lo que permite que absorba líquido, se hinche y forme una textura más espesa y fácil de digerir. Para que esto suceda, es fundamental contar con suficiente agua y calor.

Después, al enfriarse, se produce la retrogradación, en la que las cadenas de almidón intentan recuperar su estructura original, volviéndose más firmes. Este fenómeno se observa en alimentos como el pan del día siguiente o el arroz frío, donde el almidón se hace más resistente y se transforma en fibra prebiótica no asimilable por el cuerpo.

Lo mismo ocurre con alimentos como el plátano verde, las legumbres y las papas cocidas enfriadas. Al enfriarse, el almidón resistente aumenta, favoreciendo la salud intestinal y ayudando a regular los niveles de azúcar en sangre. Este sencillo proceso aporta grandes beneficios para la digestión.

TE PUEDE INTERESAR: