Varios son los estudiosos, historiadores, antropólogos, arqueólogos y médicos que se han dedicado a investigar qué comía la población prehispánica. Entre ellos, destacamos a los pioneros como el profesor Santiago Eric Antúnez de Mayolo, el arqueólogo Hans Horkheimer, el médico Fernando Cabieses y, más recientemente, el arqueólogo Elmo León.

Según referencias de los cronistas, no se conoció el hambre en el periodo precolombino; más bien, se disfrutaba de una amplia diversidad de alimentos de gran aporte nutricional.

Quisiera destacar la cañihua. Hemos hecho una gran labor en valorar la quinua; sin embargo, la cañihua merece también atención. Es ideal para personas con gastritis y úlceras, ya que puede incorporarse fácilmente a una dieta blanda. Se trata del cereal que se puede producir a mayor altura y resiste las heladas. Su alto contenido proteico lo hace superior al trigo o al maíz, y se utiliza como fármaco contra el soroche en hombres y animales. Se afirma que el ganado importado que lo consume recobra su capacidad genética fértil en la altura.

Otro valioso alimento antes de la llegada de los españoles es la oca. Se usa cocida, pero previamente es asoleada para incrementar sus propiedades y dulzura. Su porcentaje proteico alcanza hasta el 11%. En la medicina tradicional es considerado un antibiótico y calmante para problemas renales, anemia, inflamación de la próstata y para reducir el apetito sexual, entre otros.

La arracacha aporta energía al organismo y favorece el funcionamiento correcto del intestino. Es de amplia distribución en los Andes, desde Venezuela hasta Bolivia. En Ecuador se la conoce como zanahoria blanca; en Estados Unidos y Europa, como white carrot; en Venezuela se le llama apio criollo; y en quechua, en la época precolombina, se la conocía como rakkacha.

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