En situaciones tan lamentables como la del último jueves, en que Juan Carlos Torres Figari, un matón que funge de asesor de Fuerza Popular, se le puso malcriado a un policía que en cumplimiento de su deber no le permitió entrar al Congreso a través de una puerta por donde no podía pasar, los agentes del orden no deberían temer hacer uso de la fuerza, reducir y enmarrocar a energúmenos como este que ojalá sea echado de su puesto de trabajo. Sujeto que agrede física o verbalmente a un policía tiene que acabar boca abajo, con un zapato en la espalda y con las manos esposadas. Basta ya de ver a agentes golpeados. Esos a los que les gusta decir: “no sabes quién soy yo” o “no sabes quién es mi papá” o “te fregaste porque mi tío es general”, tienen que ser reducidos y de ser necesario encerrados en un calabozo para que se les quite lo bravucones. A ver, vayan a otro país a maltratar a un policía, como lo hizo el asesor fujimorista Torres Figari, para ver cómo terminan.