Cuando las uñas se quiebran con facilidad, no se trata solo de una cuestión estética. En realidad, pueden estar revelando un desequilibrio interno, muchas veces relacionado con la nutrición o el entorno. La falta de vitamina C, minerales esenciales y proteínas estructurales como el colágeno debilita su estructura, volviéndolas más propensas a romperse.
También existen factores externos que contribuyen a su deterioro: manicuras agresivas, químicos en esmaltes y quitaesmaltes, detergentes sin protección y el hábito de morderse las uñas o cutículas, que genera un trauma repetido.
Las uñas frágiles pueden ser reflejo de:
– Hipotiroidismo leve: produce uñas delgadas y quebradizas.
– Déficit de hierro o anemia ferropénica: puede manifestarse en uñas cóncavas o con estrías.
– Problemas digestivos (hipoclorhidria, mala absorción): dificultan el aprovechamiento de minerales.
– Cambios hormonales: como en la menopausia o el posparto, por la caída de estrógenos.
Proteger las manos durante las actividades domésticas es una estrategia útil. También conviene lavar con agua fría, y cortar las uñas después del baño, cuando están más blandas y fáciles de manejar. Limarlas con delicadeza suele ser mejor que cortarlas bruscamente.
Desde adentro, una dieta rica en vegetales, cereales integrales y algas fortalece las uñas al aportar sílice, zinc y vitaminas antioxidantes. Las infusiones de cola de caballo, consumidas con frecuencia, refuerzan el silicio, mineral clave para la regeneración de tejidos. El aceite de almendras aplicado sobre las uñas nutre y fortalece. Y consumir magnesio y zinc por la mañana y la noche contribuye a restaurar la firmeza desde lo profundo.
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