La calma no siempre llega sola, a veces hay que entrenarla para manejar la angustia y la ansiedad. Esta se siente en todo el cuerpo: el corazón se acelera, la respiración se corta, aparecen temblores y una presión incómoda en el pecho. Cuando invade la mente, surge la ansiedad, que empuja a querer adelantar el futuro para recuperar el control. El sistema de alerta se activa con la amígdala y adrenalina, mientras el de calma queda en segundo plano.
Los episodios intensos incluyen palpitaciones, sudor, respiración rápida y temblores; pero también pueden ser señales más sutiles como diarreas, vértigos, arritmias o tensión muscular. Quienes viven con ansiedad suelen preocuparse en exceso, buscan hipercontrol y están siempre en guardia, con insomnio, irritabilidad y fobias. Afortunadamente, existen salidas saludables y entrenables.
En momentos intensos es útil respirar inhalando cuatro segundos y exhalando seis durante tres a cinco minutos. Aplicar agua fría en rostro, nuca o frente activa el reflejo de inmersión para bajar revoluciones. También ayuda nombrar cinco cosas que se ven, cuatro que se sienten, tres sonidos, dos olores y un sabor para volver al presente.
Para reducir el ruido mental, se recomienda despertar y acostarse a la misma hora, exponerse a luz solar en la mañana y caminar o andar en bici 20 a 30 minutos diarios.
Micronutrientes como magnesio en semillas de zapallo, cacao o legumbres y suplementos como MAGNESOL, junto a omega-3 en aceite de sacha inchi, palta o linaza ayudan. Infusiones de toronjil, manzanilla y hierbabuena son ideales al final del día.
Cerrar el día anotando tres cosas buenas y una intención para mañana durante dos semanas entrena al sistema nervioso a soltar.
En Palabras que Sanan (p. 127) hay una oración poderosa recomendada para practicar. También se puede contactar a la psicóloga Erika Kisser al (01) 255 7967 para apoyo profesional.
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