La nutrición tiene un papel determinante en el tratamiento del cáncer, aunque muchos pacientes no reciben la orientación adecuada. El principal riesgo es la desnutrición, que debilita el sistema inmunológico y disminuye la tolerancia a cirugías, quimioterapia o radioterapia. También es común la pérdida de masa muscular, lo cual afecta la fuerza y dificulta la recuperación.

Otro peligro consiste en adoptar dietas restrictivas o “milagrosas” sin respaldo científico, ya que pueden generar deficiencias graves de proteínas, vitaminas y minerales. Además, ciertos alimentos o suplementos pueden interferir con los medicamentos oncológicos, reduciendo su eficacia o intensificando sus efectos secundarios.

Una nutrición inadecuada compromete la calidad de vida, aumentando el cansancio, las infecciones y la dificultad para mantener un peso saludable. Por esta razón, la orientación nutricional profesional no representa un lujo, sino una parte necesaria del tratamiento integral.

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