Sentirse sin energía es una queja frecuente y puede tener varias causas. Dormir poco o de manera interrumpida afecta la concentración, el ánimo y el rendimiento durante el día. La alimentación también influye, una dieta baja en frutas, verduras, fibra y proteínas limita nutrientes esenciales para producir energía, como hierro, vitaminas del complejo B y magnesio.
El estrés crónico agota, ya que mantener el cuerpo en alerta constante consume recursos físicos y mentales. El sedentarismo reduce la circulación y la capacidad de los músculos para utilizar energía de manera eficiente. En algunos casos, la fatiga persistente puede relacionarse con anemia, problemas tiroideos, deshidratación o efectos de ciertos medicamentos.
Si la falta de energía no mejora con hábitos saludables, se recomienda acudir al médico internista para una evaluación.
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