Cuando atravesamos una gripe o un resfriado, la alimentación puede ser un aliado para la recuperación. La fiebre y la congestión aumentan la pérdida de líquidos, por eso lo primero es mantener una buena hidratación; el agua, las infusiones suaves y los caldos ligeros ayudan a fluidificar las secreciones y evitar la deshidratación.
En cuanto a los alimentos, conviene priorizar aquellos de fácil digestión y ricos en nutrientes que apoyan al sistema inmune. Las frutas cítricas, el kiwi y la papaya aportan vitamina C; los pescados, huevos y lácteos brindan proteínas de calidad para reparar tejidos; mientras que las menestras y frutos secos suman zinc y magnesio, minerales importantes para la defensa. Las sopas calientes, además de nutrir, alivian el malestar en la garganta y la nariz.
Es importante evitar los ultraprocesados, las frituras y el exceso de azúcares, ya que pueden aumentar la inflamación.
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