Javier Cabello

Hace unos meses se estrenó en Netflix el documental Titán: El desastre de OceanGate, que aborda la implosión de un sumergible durante su intento de alcanzar los restos del Titanic en el fondo del Océano Atlántico.

La tragedia ocurrió en el 2023 y en la nave viajaban cinco tripulantes. Todos murieron y la noticia recibió una amplia cobertura por parte de los medios de comunicación del mundo. Recién he podido ver el revelador documental y me surgió la curiosidad por conocer cómo son estos vehículos que se desplazan debajo del agua.

El submarino es una clase de navío que opera de forma independiente; mientras que un sumergible es todo lo contrario y necesita el apoyo de un barco para ser transportado.

He tenido la oportunidad de viajar en distintas embarcaciones, pero nunca dentro de un submarino. Por eso decidí visitar el Museo de Sitio Naval Submarino Abtao, cerca de la Plaza Miguel Grau, en el Callao, para vivir la experiencia de conocer las particularidades de un submarino.

El costo de ingreso al buque museo es de 20 soles adultos y 15 soles niños. Los días de atención son de martes a domingo. El submarino se encuentra fuera de servicio desde 1998 y a partir del 2004 recibe a turistas nacionales y extranjeros.

Tiene una longitud aproximada de 74 metros y presenta una capacidad para 40 tripulantes. Para ingresar bajé por un orificio parecido a un buzón y una estrecha escalera me condujo al interior del submarino. Una vez dentro inmediatamente me sentí listo para navegar en las profundidades del mar en busca de tesoros.

Estaba rodeado por periscopios, controles de navegación, brújulas, paneles de instrumentos, compartimentos de torpedos, motores, generadores eléctricos entre otros objetos imprescindibles para recorrer aquellos lugares inhóspitos en el fondo marino. La enorme estructura tubular también cuenta con literas, camarotes, baños y cocina ya que los tripulantes pasaban varias semanas dentro.

El buque Abtao pertenece a la Marina Guerra del Perú y su construcción se inició en Estados Unidos en 1951. Su nombre fue en homenaje a la Batalla de Abtao, librada el 7 de febrero de 1866 durante la Guerra Hispano-Sudamericana, que enfrentó a España contra Perú y Chile.

Conocer las condiciones de vida de quienes vivieron en el Abtao resultan fundamentales para entender su sacrificio, resistencia y patriotismo. Después de recorrer de extremo a extremo la nave, comprendí que valió la pena visitar sus instalaciones: es una forma de educarme y, al mismo tiempo, de preservar la memoria naval del Perú.

Al subir a la proa un cañón de cinco pulgadas de diámetro y de unos seis metros de largo me llamó la atención y decidí antes de irme tomarme una fotito para el recuerdo. Seguiré visitando más lugares llenos de historia. Nos vemos.