Javier Cabello

El mismo día que fue elegido el nuevo Papa León XIV en el Vaticano, el pasado jueves 8 de mayo, coincidentemente resultó ser también el día de la milagrosa Virgen de Luján, patrona de la Argentina. Su gran devoción en el país “gaucho” es tan grande como la de Santa Rosa de Lima, en el Perú, o la Virgen de Guadalupe, en México.

Retrocedo en el tiempo y recuerdo cuando llegué hasta la hermosa Basílica de Nuestra Señora de Luján, ubicada a unos 70 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. Había llegado al país de Diego Armando Maradona para realizar una cobertura periodística sobre la final de la Copa Libertadores entre los equipos River Plate y Boca Juniors, en noviembre del 2018. Sin embargo, el esperado encuentro futbolístico se suspendió debido a actos vandálicos de los barras bravas. Unas semanas después el partido tuvo que jugarse en el estadio Santiago Bernabéu, en España, pero esa es otra historia.

Debido a la unánime decisión de las autoridades de la Conmebol de que ya no se jugaría el encuentro aún tenía un par de días libres en la capital argentina antes de retornar a Lima. Decidí invertir ese tiempo en conocer la profunda religiosidad de los argentinos con la Virgen de Luján así como el fervor de ir hasta el lugar sagrado que cada año se convierte en el destino de una masiva peregrinación.

Cuando viajo procuro siempre hospedarme en el centro de la ciudad a donde llego. Aquella vez me quedé a dormir en la céntrica avenida de Mayo, cerca de la Casa Rosada, sede del Palacio de Gobierno de la República Argentina.

Tuve que salir a las 7 de la mañana y crucé la pista para entrar a la Estación Piedras. Tomé el tren con destino a la Plaza Miserere en el barrio de Once, frente a la terminal ferroviaria. Me demoré unos ocho minutos. Luego subí a otro tren de la Línea Sarmiento con rumbo a la Estación Moreno y esta vez el viaje duró cincuenta minutos.

De pronto una lluvia torrencial cayó y menos mal que cesó cuando faltaba poco para bajar. Aún no acababa la travesía y tenía que hacer el trasbordo con otro tren y que sería el último.

Después de una hora llegué a la Estación Luján. Caminé quince cuadras y finalmente frente a mis ojos estaba la esplendorosa Basílica de Nuestra Señora de Luján. El santuario de estilo neogótico se asemeja a las catedrales medievales de Europa. Inició su construcción en 1887 y culminó en 1935.

Visitar las iglesias puede ofrecer una experiencia rica en varios niveles: cultural, histórico, artístico, espiritual y social. Aún no ingresaba a la basílica pero ya me encontraba deslumbrado por su belleza. Nos vemos.