Magaly Moro
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Teresa (33 años, La Victoria) Doctora Magaly, hace tres meses me casé con Fausto, hasta que descubrí que el matrimonio también es cuestión de soportar gustos musicales ajenos. Siempre he sido una mujer con buenos gustos musicales, soy seguidora de bandas como Soda Stereo o Queen, que suelo escuchar para cocinar tranquila.
Pero desde que vivimos juntos, la cocina se ha convertido en un karaoke de baladas eternas que yo no pedí. Fausto pone su parlante a todo volumen y empieza con su “Señora de las cuatro décadas”, “Historia de taxi” y lo peor... “Te Conozco”.
Al principio me parecía tierno, hasta que se ponía a cantarme al oído con su voz desafinada, como si él fuera el mismísimo Ricardo Arjona.
Yo solo quiero picar mi cebollita en paz, pero ahí siempre está él, mirándome fijamente mientras me dedica:”Te conozco desde el pelo hasta la punta de los pies...”¡Doctora, eso no es amor, es tortura psicológica!
Sé que debería decirle que odio a Arjona, que no soporto sus canciones que parecen poemas de secundaria, pero siento que si se lo digo, se va a ofender. Lo peor es que a veces siento que él lo hace a propósito, porque justo cuando ve que estoy estresada con la cocina... ¡zas! suena “Minutos” y se pone a cantar con sentimiento.No sé qué hacer.
¿Aguanto por amor o le digo la verdad? ¿Cómo le explico que prefiero escuchar una licuadora prendida antes que otra canción de Arjona?
OJO AL CONSEJO
Querida Teresa, el matrimonio es cuestión de equilibrio. El problema aquí no es la música, sino que estás dejando que el miedo a incomodarlo te quite la tranquilidad de tu propio hogar. No tienes que romperle el corazón ni apagarle el parlante de un solo golpe. Hablen, pónganse de acuerdo y negocien: una playlist para cada uno. Pueden turnarse en poner sus canciones y disfrutar juntos.